-Usted pibe se tiene que quedar acá-, le dijo Mario Luis Castignani (fundador de la famosa Castignani y Burd Propaganda) un día de 1948 a un joven que por primera vez se acercaba a Buenos Aires.
Había nacido en Villegas el 15 de septiembre de 1926 y en su tierra natal se las ingeniaba para pasar publicidad en la propaladora que surcaba las calles pueblerinas con enormes y pesados altoparlantes fijados en las paredes y también en algunos de esos coches grandes que, con altoparlantes similares, promocionaban a la tienda, la panadería o anunciaban la llegada de un circo que siempre era uno de los más maravillosos del planeta.
Se llamaba Antonio Carrozzi y cuando Julio César Barton -jefe de locutores de Radio El Mundo- le tomó una prueba por intercesión de Castignani, quedó incorporado al elenco de suplentes de la emisora que estaba en Maipú 555.
Entonces se instaló por un tiempo en una pensión de Esmeralda y Tucumán. Pronto pasó a ser Carrizo y amplió sus horizontes en Radio Del Pueblo y Radio Belgrano en carácter de Locutor “frasero”, categoría hoy desaparecida y reemplazada por publicidades grabadas.
Dos años después todo había cambiado para el Carrozzi devenido Carrizo. Esa pequeña puerta que le había abierto Barton se había transformado en una carrera ascendente y casi meteórica. Hacia 1950 ya era figura popular para el nutrido público oyente. Presentaba a Troilo, a D’Arienzo, y almorzaba en el restaurante El Mundo, frente a la misma radio con reconocidas personas del ambiente.
Nuevos horizontes supo abrirse más adelante en la televisión porteña, con “Sábados continuados”, un programa con formato semejante al “Sábados Circulares” de Nicolás Mancera. También con “Cultura y vida”, “Polémica en el fútbol” y “El Contra”, en este caso junto a Juan Carlos Calabró.
Tal vez sea “La Vida y El Canto” el más genuino exponente de la capacidad de combinar música con palabras, y de poder descubrir que se puede entrevistar a un futbolista o al propio Jorge Luis Borges quien en numerosas ocasiones dialogó con Carrizo.
Pero más allá de sus méritos profesionales, Antonio Carrizo fue un férreo defensor de los derechos de los locutores. Afiliado a la Sociedad Argentina de Locutores a poco de iniciarse en la profesión, permaneció durante toda su vida en nuestra entidad, inclusive en el ejercicio de cargos directivos. Y resultó habitual su presencia en actos, encuentros o festividades de SAL.
Hoy con dolor lo despedimos . Y lo hacemos con el reconocimiento de una trayectoria ejemplar.
Desde la SAL nuestras condolencias a la familia del colega desaparecido.